Odio estar en casa...
Cuántas veces he soñado
con regresar a mi apogeo solitario,
donde recorría mis dunas,
al menos algunas,
recreaba mi fortuna y mis momentos;
y al volver, todo son desiertos.
Odio estar en casa...
Consigo ganar a pulso el derecho
a seguir sufriendo por nada.
¿Y por qué? ¿Para esto?
Este virus que me mata lo detesto,
me siento tan dolorosamente inerte
encajando lo que los demonios pueden hacerte.
Odio estar en casa...
No hay cruz que te destroce
el alma, por mucho que pueda pesar;
pero este espino desgarra, me deja seco
y encuentra, como hiedra, cualquier hueco
para derrumbar mi castillo y su muralla.
Y me deja mudo, aunque mi letra no calla.
Odio estar en casa...
Es el primer odio que me ensarta
en su lanza, empalado todo mi credo
y, por fin, me abre los ojos ciegos,
enciende todas las piras con sus fuegos.
Ahora ando con otro objetivo:
ser yo el que me haga estar vivo.
Odio estar en casa...
Ícaro creó sus alas, volando hasta caer;
fue su ambición destripada por la inmensidad,
pero su ideal era la libre libertad
que ahora es mi baliza; está completa la mitad
del amuleto que es núcleo de mi coraje,
y con él como llave hago mi equipaje.
Odio estar en casa...
Es la hora de morir. No quiero residuos
que aten las maderas de mi danza,
yo dirijo la función que hoy da comienzo.
Miro, escojo los colores de mi lienzo,
trazo los detalles, pinto toda su rima,
y abandono esta casa que me lastima.
_________________
<center>